Final de etapa en confinamiento
Hoy he puesto punto y final a una etapa con un grupo de jugadores, la generación de 2006. En una situación complicada como la que estamos viviendo actualmente con la COVID19, en unos momentos de incertidumbre por no saber cuándo ni cómo podremos volver a sentirnos entrenadores, jugadores, debemos ponernos manos a la obra y reinventarnos para continuar, en cuanto podamos.
Durante este confinamiento hemos tenido tiempo de formarnos, de estudiar y de pensar y analizar lo que hemos hecho hasta el momento de la parada. Han sido tres temporadas con la generación 2006 en mi club. Atrás quedan un montón de vivencias que nos han hecho el equipo, pero sobre todo las personas en que nos hemos convertido.
Hemos tenido grandes momentos, también hemos tenido momentos duros, en que piensas que todo aquello que estás trabajando, todo aquello que estás dando, no sirve de nada porque no ves la luz. Aun así, persistimos en nuestro empeño y nuestro trabajo de tal manera que un día, en un partido, en una situación, se hace la luz y ves aquello que tantas horas hemos trabajado, y lo ves con una sonrisa, girándote hacia el banquillo para encontrar esa mirada cómplice y la sonrisa de tu compañero de trabajo, de esa persona a la que todo el mundo llama “tu segundo”, esa persona que para mí es mi compañero de batalla, el entrenador ayudante. Porque él también dedica esas horas y horas al grupo, a intentar buscar soluciones a situaciones determinadas del día a día y a poner todo su empeño en cada entrenamiento para que todo salga como hemos planificado.
En estas tres temporadas he tenido a muchos jugadores trabajando conmigo, diferentes jugadores, con diferentes aficiones, diferentes maneras de ver el baloncesto, de ver la vida y de venir a trabajar en los entrenamientos y partidos. La parte más dura, aunque la que más me apasiona es la de intentar conocer a esos jugadores. Saber qué piensan, qué les gusta, cómo entienden el baloncesto cada uno de ellos, qué hacen cuando no están entrenando. Cuando eres capaz de conocer a cada uno de tus jugadores de esa manera es mucho más fácil la relación dentro de la pista y, evidentemente, también fuera. Dicen que cuando entrenas un equipo y llevas con ellos un tiempo les coges cariño, que verdad más grande.
Hoy me he despedido de ese grupo de jugadores y les he dicho, como no puede ser de otra manera, que me tienen a una llamada, a un mensaje de distancia para todo aquello en lo que les pueda ayudar siempre. Y mi sorpresa cuando uno de ellos me ha llamado y me ha dicho: “Quería darte las gracias por estas temporadas, por haberme ayudado tanto y por hacer que me guste el baloncesto”. Con esto todos estaríamos contentos, con el agradecimiento de un jugador, pero resulta que hablamos de un chaval que en su primera temporada me soltó, ni corto ni perezoso “yo juego a baloncesto porque mis padres me dicen que tengo que hacer algo de deporte, pero no porque me guste jugar al baloncesto”. Aquel día me cayó una losa encima y pensé que aquello era una broma, pero lo cierto es que desde aquel día han pasado muchos meses, tres temporadas concretamente, y este mismo chaval hoy me ha dicho que el encanta jugar al baloncesto. Yo ya he ganado el campeonato más grande que un entrenador puede ganar. Esto es lo que me apasiona del baloncesto de formación, solamente por ésto valen la pena todos los momentos, todas las horas robadas a la familia, todos los esfuerzos durante tantos años.
Pues hoy ha sido un día feliz para mí. Esto es lo que queda del baloncesto.